On Parole

Bienvenidos al mundo de una cuerda loca :)

sábado, 31 de diciembre de 2011

Fantasmas,

Iba por una vieja carretera secundaria en mi coche de segunda mano. Era de noche y estaba cansado pero hacía muchos kilómetros que no encontraba una estación de servicio en la que parar. Llevaba más de diez horas conduciendo y no había llegado a ninguna parte, en algún momento había tomado el desvío equivocado pero ya era tarde para darse la vuelta. De pronto mi coche se paró. Me había quedado sin gasolina, vaya suerte la mía.
Salí del coche y a lo lejos, envuelto entre niebla, me pareció ver un pueblo. Finalmente me decidí a salir ya que en cuatro horas por esa carretera no había visto a nadie, aunque en las casas tampoco había luz, así que no tenía miedo de que me pudiera pasar algo.
El pueblo no estaba tan lejos como yo pensaba y, en menos de media hora, llegué al pueblo, si se le podía llamar así.
Eran ruinas, casas de las que solo quedaban tres paredes por aquí, un armazón de madera por allá...Mi decepción fue muy grande, ¿qué haría yo ahora? No tenía gasolina y tampoco había teléfonos...De pronto comenzó a llover, al principio una lluvia final que a los pocos minutos pasó a ser torrencial. "Las cosas ya no pueden ir a peor" pensé, me equivoqué, las cosas SIEMPRE pueden ir a peor.
Ya me disponía a irme cuando oí una vieja radio que revivió mis esperanzas de encontrarme con alguien. Me metí por un callejón oscuro y estrecho que desembocaba en lo que debió de ser la Plaza Mayor del pueblo en sus momentos de esplendor. Allí había una casa prácticamente entera que tenía una tenue luz y de la que provenía el sonido de la radio.
Llamé a la puerta sin obtener respuesta, por lo que llamé de nuevo y más fuerte hasta que de pronto la puerta se abrió con un chirrido espeluznante que quedó oculto por un trueno.
Al principio pensé que la puerta se había abierto sola, pero después descubrí a una ancianita encorvada ante mi que me invitó a pasar a su casa y que me dio un mal café caliente recién hecho que agradecí, pero a pesar de todo ni me habló, ni me miró. La casa era vieja, muy vieja, olía a cerrado, a moho y a muero. No había más muebles que los necesarios y parecían tan frágiles que con un simple soplido podrían partirse.
El café me sentó bastante bien, a pesar de lo amargo que estaba, pero en vez de despertarme, me durmió, haciendo que poco a poco cayera en un pesado sueño del que no desperté hasta la mañana siguiente, cuando un travieso rayo de sol decidió posarse en mis ojos, despertándome sin saber donde estaba.
Me levanté de la cama (¿Cómo había llegado allí?) y me dirigí a la sucia ventana que no impedía ver que el día era radiAnte, no quedaba rastro de la tormenta de la noche anterior.
Salí de la habitación y busqué a la anciana por toda la casa pero no estaba, así que salí al patio, que estaba lleno de escombros y de malas hierbas. Tras la selva que era el patio parecía haber otra construcción en buen estado, pero me resultaba imposible llegar allí sin clavarme las zarzas que habían crecido o herirme con los clavos oxidados que había por allí. Después de investigar a ver si había algún otro camino, llegué a la conclusión de que la anciana había salido a la calle. Entré de nuevo a la casa y la puerta se cerró tras de mí dando un fuerte portazo. La puerta que daba acceso a la calle también estaba cerrada, al igual que las ventanas y todas las formas de salir de la casa. Podría pensar que la anciana se había olvidado de mi de no ser por los dos trozos de pan que encontré en la cocina, junto a una taza de café de la noche anterior y un trozo de chorizo que devoré con gran apetito. A pesar de la claridad del día y del buen tiempo que hacía fuera, en la casa hacía bastante frío, por lo que encendí unos viejos troncos que olían a moho y me senté en el remendado sofá a esperar a que la anciana llegase.
En algún momento volví a dormirme, (¿tan cansado estaba?) y el sonido sordo de la puerta al cerrarse me sacó de mis sueños. Me incorporé y me dirigí a la cocina, donde oí a la anciana, pero al llegar me asusté. No era la adorable anciana que me había atendido la noche anterior, si no un ser terrible, deforme, vestido en harapos y con los ojos inyectados en sangre.
De pronto noté como había miles de ojos rojos mirándome con ansia, intentando atraparme, mirándome con ansia, rozándome con sus frías manos de hueso...No sé como saqué fuerzas para salir corriendo y, como alma que lleva el diablo llegué a mi coche, que tenía el deposito lleno...
Dos días después y cuando contaba mi historia me trataban de loco, el pueblo no existía, no figuraba en ningún mapa y por mucho que trate de volver a él no lo logré, además estaba el detalle de que le encontré porque mi depósito se quedó vacío, sin embargo estaba lleno por la mañana...
Ahora escribo esto desde la mesa de mi habitación del psiquiátrico. Dicen que estoy loco, por eso estoy aquí, pero estoy convencido de que fue real, de que ocurrió, porque en las noches de tormenta veo a la vieja ante mi, mirándome con sus ojos inyectados en sangre esperando mi muerte...

MK!

Fantasmas,

martes, 20 de diciembre de 2011

Invierno

El frío ha comenzado. El Sol no calienta, no da luz, está oculto por las juguetonas nubes. Ahora anochece pronto, amanece tarde, el viento te corta la cara y los árboles sin hojas se quedan. Los días se vuelven largos y grises y tú te quedas mirando la vida pasar…
Dentro de poco la lluvia comenzará a encapotar el cielo, a golpear con su plic plic tu ventana, los rayos iluminarán el cielo y los truenos retumbarán en tus oídos. Ha llegado el invierno y nadie lo puede evitar.
Puede gustarte más o menos pero el paso del tiempo, de las estaciones, de la vida, es inevitable. Para que algo nazca antes tiene que haber una muerte y, si no, fijaros en las flores, las cuales son como las aves fénix, que desaparecen durante el invierno para renacer de nuevo en primavera con todo su esplendor.
Ha llegado el invierno, tiempo de manta y abriga, de chocolate con churros los domingos, de ir al cine, jugar con las hojas caídas, hacer muñecos de nieve…
Ha llegado el invierno.

MK!

sábado, 10 de diciembre de 2011

La cerillera.

Era un oscuro día de diciembre, había niebla y el cielo anunciaba nieve. No se veía a nadie, todo el mundo estaba en sus casas al calor de los hogares, tomando sopas y acurrucados frente al fuego. Todo el mundo menos una joven. Su nombre era Nora, aunque todos la conocía como La Cerillera.

Era una joven de buen ver, aunque casi siempre iba desaliñada, con ropa que la venía grande y el pelo enredado...Vivía sola con su padre, un padre borracho que la golpeaba cada día por cualquier cosa, por lo que por las noches evitaba volver a casa, se dedicaba a pasear y a observar a las familias que, aunque pobre, eran felices. Pero ella no era la joven inocente que todo el mundo creía era un poco...¿cómo decirlo?...Ligera de cascos. Intentaba no acudir a casa más que cuando tenía dinero suficiente para que su padre compra alcohol pero...¿cómo lograba el dinero? Vendiendo cerillas no, porque con lo que ganaba no tenía ni para media patata...Por lo que se vendía ella.
Su desaliño era solo aparente, un disfraz para dar más pena porque las noches que no dormía en casa las pasaba o en la Mansión del Señor Pierre, un hombre viudo, rico y anciano enamorado de La Cerillera.
Nora, esa pequeña diablesa, jugaba con él, con sus sentimientos y con su dinero. Una o dos veces por semana iba visitarle, se acostaban y luego le pedía dinero. El pobre señor, creyendo las mentiras de Nora se lo daba, sin saber que casi todo el dinero era para pagar el alcohol de las fiesta de Nora o el de su padre...
Y fue en una de esas fiestas donde La Cerillera pereció, acabando con su vida de libertinaje y prostitución. Era ya muy tarde y todos estaban borrachos, pero ese día Nora no quería acostarse con nadie...Pero uno de sus amantes, presente en la fiesta, no paraba de insistir en que subiera a su habitación, ella le rechazó de buenas maneras al principio pero, finalmente, él la obligó a subir, ella no quería y pataleaba, él se enfadó y la empujó escaleras abajó, se partió el cuello. Murió al instante...Este fue el triste fin de La Cerillera...

MK!

sábado, 3 de diciembre de 2011

Era un día de niebla.

Era un día de niebla, frío y solitario, no había nadie en la calle, ningún coche, no se oía nada, ni siquiera el sonido de los semáforos, que parecían haberse quedados mudos de golpe.

De pronto algo se movió, era un gato negro; tan negro que había pasado desapercibido en la noche. Se fue. Se fue corriendo a un callejón oscuro. Ni los gatos querían estar en la calle ese día.
Entonces, cuando el gato acababa de desaparecer, apareció él, era el hombre sin sombra, era el hombre que siempre tiene hambre, mitad bestia, mitad humano.

Una vez cada mes salía de su hogar, algún lugar oculto bajo la ciudad, alguna sucia alcantarilla a la que nadie se atrevía a bajar. Era y un ser monstruoso que se alimentaba del alma de la gente, por eso el día que el salía, el resto del mundo se quedaba en casa, con las ventanas cerradas y sin hacer ni un ruido. Pero siempre había alguien, había alguna víctima que no escapa y que a la mañana siguiente era encontrada vagando sin rumbo fijo, vagando sin alma...