On Parole

Bienvenidos al mundo de una cuerda loca :)

martes, 5 de junio de 2012

Cuadros [Parte III]

III

Esos ojos…todavía les faltaba algo, quizá ese verde no pegaba con esa cara angelical, por lo que cogió el pincel y cambió el verde esmeralda por el azul cielo, ahora sí que quera una mirada intensa, real; ahora era la mirada que quería pintar. Cuando su obra estuvo terminada llamó a sus padres, que sonrieron ante el gran talento de su hijo.

-Juanillo, eres un genio, ¡qué rápido han desbancado tus cuadros a los míos! Todavía recuerdo la primera vez que cogiste mis pinceles…

Habían pasado dieciséis años desde aquel día en el que Sara había reaparecido con el niño en brazos. La casa había cambiado mucho, al igual que sus vidas. Juan dejó su trabajo en la construcción cuando le ofrecieron uno de restaurador y Sara volvió a cuidar de la vecina del segundo, que ya era muy mayor. Donde antes había una vieja radio, ahora había una televisión barata y Juan ya no pintaba en casa, si no en la tienda de pinturas del viejo moro, que murió cuando Juanillo tenía dos años y que les había dejado en herencia el local y el secreto de sus pinturas, pero ahora Juanillo había tomado el relevo a su padre.

Sara y Juan dieron todo lo que pudieron a su hijo, salvo un hermano pequeño con el que poder disfrutar, en cambio Juanillo tuvo un buen amigo, Pedro, que se mudó al bloque de al lado. A menudo discutían, pero esas discusiones se terminaban al cabo de cinco minutos y cuando Juanillo dibujaba los ojos de Ella.

Ella era una chica si nombre, sin voz, sólo era unos ojos azules como el mar, como el cielo…sabían que vivía en una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad junto a su madre, que era ciega. Aunque Ella era mucho mayor que ellos, desde que la vieron por primera vez volviendo del colegio, se enamoraron y, por eso, todos los días la esperaban sentados en el mismo lugar, en unas viejas escaleras, imaginando mil formas de entablar conversación con ella.

Ella no era guapa, era poca cosa, una chica bajita y menudita, demasiado delgada para la ropa que usaba y su pelo rizado estaba sucio y enmarañado, sólo sus ojos habían enamorado a los chiquillos, sus grandes ojos azules.

Ninguno de los dos entendían porque vivía en los barrios marginales si, ellos pensaban, podría vivir con cualquier ricachón en una gran casa por eso Juanillo decidió que él sería una artista famoso, la enamoraría y vivirían juntos en una gran casa. Ante estas ocurrencias Pedro se reía y decía que, por mucho que lo intentase nunca sería un artista famoso y, mucho menos, lograría enamorarla.

Un día que Pedro no fue al colegio Juanillo cogió uno de los cuadros en los que ella aparecía y espero a que las campanas marcaran las cinco y media para verla pasar. Tembloroso Juanillo se acercó a Ella e intentó hablarla, pero fue imposible, no tenía valor para hacerlo y, con los ojos llenos de lágrimas rompió el cuadro y se fue corriendo a casa. Al llegar a casa vio a la madre de Pedro, que le dijo que porque no subía a su casa, que Pedro estaba deseando verle, pero Juanillo puso excusas, diciendo que él tampoco se encontraba bien y que iba a subir a casa a dormir un poco.

Juanillo entró en su casa y, por suerte, no había nadie, por lo que fue a su cuarto, cogió todos sus cuadros y sus pinturas y ñas bajó al contenedor que había a la puerta de su casa. Al entrar de nuevo vio a Pedro en la puerta.

-¿Qué te pasa tío? He visto como tirabas tu sueño a la basura. He, mírame.- Juanillo intentaba huir de su amigo evitando su mirada ya que no quería terminar contándole lo que le había pasado, ya que si algo caracterizaba a Pedro era su capacidad de lograr que Juanillo le contara todos sus problemas, aunque para eso necesitaran estar horas mirándose y sin hablar esperando que uno de los dos se cansara de esperar la respuesta o el otro decidiera darla.

-Vale tío, no me lo cuentes, yo me voy a mi casa que aquí hace frío y debería dormir un poco más pero, cuando te decidas a contármelo, no vengas.

Pedro ya se estaba dando la vuelta cuando Juanillo le llamó y le invitó a pasar a su casa, hizo dos chocolates calientes y le contó todo lo que había pasado.

-Pedro, es que no me entiendes, no es porque me haya acobardado al verla, estoy seguro de que a ti te hubiera pasado lo mismo, es por lo que he visto al verla de cerca, me he sentido como si mi cuadro y yo no fuéramos nada. Me he dado cuenta de que soy incapaz de dibujarla tal y como es, hermosa; soy incapaz de captar la luz de sus ojos. No merezco ser un artista si no soy capaz de captar la belleza de mi musa…

Pedro miraba a Juan como si fuera su psicólogo.

-¡Ay mi buen amigo! Creo que ya sé lo que te pasa, y he de decirte que me diagnóstico no es bueno…Estas enamorado de tu dama, tanto que ni aunque la dibujase Goya pensarías que es un buen retrato, y para curarte solo hay una solución, aunque claro, puede ser peor el remedio que la enfermedad.

Ambos se quedaron largo rato hablando sobre el remedio y, al final, llegaron a la conclusión de que era mejor arriesgarse por lo que quedaron para el día siguiente. Pedro regresó a su casa mientras Juanillo recuperaba del contenedor sus materiales esperando a que llegase el día siguiente.

Amaneció nublado, como casi todos los días, y con amenazas de lluvia, pero eso no impidió que Juanillo pintara un paisaje primaveral, algo en su interior le decía que todo iba a salir bien…

A las cinco bajó a buscar a Pedro, que estaba leyendo un comic mientras bebía cerveza aun sabiendo que su madre le reñiría después. Miró el cuadro de su amigo durante largo rato y le dio el visto bueno. Cinco minutos después estaban sentados en las escaleras esperándola. Pero nunca apareció…

Al final decidieron ir a su casa, Juanillo necesitaba saber dónde estaba, pero allí tampoco había nadie. Cuando desistieron regresaron a casa, caminando muy despacio, decepcionados y cansados además de empapados, ¿dónde estaba? Ambos se dejaron caer en el sofá de casa de Pedro intentando encontrar respuesta a todas sus preguntas.

Juanillo regresó a su casa, y se pasó llorando todo un mes, hasta que se conciencio que Ella ya no iba a volver a pasar por la calle bajo las escaleras.

Pasaron los años y Juanillo la olvidó, todavía guardaba algunos de sus cuadros, pero ya apenas recordaba su cara, solo en sueños, en algunas ocasiones, veía unos ojos azules que le resultaban familiares pero, al despertar no recordaba nada…

Juanillo se convirtió en un gran artista que realizaba exposiciones de vez en cuando, y en una de ellas la volvió a ver. Al principio no la reconoció, ¡había cambiado tanto! Pero los ojos…eran los ojos de sus sueños, los ojos de algunos de sus cuadros. Estaba ahí, contemplando un horrible paisaje primaveral que llevaba años intentando vender. Ella lo contemplaba con emoción y entonces él recordó porque odiaba tanto ese cuadro, era el cuadro que una vez, hace mucho tiempo, había intentado regalar a una chica…Cuando quiso acercarse a ella, ya había desaparecido, pero tiempo después volvió a verla, en otra exposición, y entonces sacó el valor para hablarla.

-Hola…-Fue solo un murmullo entre el ruido de la exposición, pero fue suficiente para sacarla una sonrisa y un papel con un número de teléfono, después volvió a desaparecer hasta que Juanillo tuvo el valor de llamarla.

Su voz era suave y melodiosa.

-¿Si?

Al oír su voz Juanillo quedó paralizado, tras años soñando con sus ojos y olvidándolos al despertar, la tenía al otro lado del teléfono y él sin saber que decir.

-¿Hay alguien?

-Si…esto…bueno…soy el pintor que el otro día le vendió un cuadro, un paisaje primaveral.

-¡Ah! ¡Usted, si!

Y ahí estaban los dos, no diciendo nada a la vez que decían todo.

-Me dio su teléfono y supuse que querría algo…

-SI, por supuesto, deseo hacerle un encargo.

Pasaron largo rato hablando sobre el encargo gasta que él le dio su dirección para que se pasara al día siguiente.

Ella llegó a la hora acordada llevando su larga melena en un cuidado moño. Juanillo la hizo pasar a su apartamento y le sirvió una taza de café, colgó su abrigo en una percha de la entrada y pudo deleitarse con el vestido negro palabra de honor que Ella llevaba.

-Buenas tardes.-dijo de forma natural.- Perdón por el retraso, pero es que me he perdido.

-No pasa nada, además, según mi reloj, ha sido usted muy puntual. Pase al estudio y hablemos sobre el cuadro.

Una vez en el estudio, una pequeña habitación con una mesa y un viejo ordenador, donde él se sintió mucho mejor. Entonces ella le tendió una foto suya treinta años más joven, justo de la edad que tenía cuando él se enamoró. Se quedó mirando al foto fijamente, sin ver que, a su lado, había un hombre de aspecto importante, sin escucharla, solo miraba la foto y pensaba que no podía ser Ella, que era demasiada casualidad.

-¿Me está escuchando?-Dijo de pronto con voz grave.

-Disculpe, es que me recuerda usted a alguien a quien conocí hace tiempo, ¿puede repetirlo?

Juanillo dejó la foto y escuchó, entonces se enteró de que el hombre de la foto era su benefactor, que la sacó de la pobreza y la convirtió en modelo, a pesar de que Juanillo la recordaba demasiado bajita para serlo, y por ese motivo quería regalarle un retrato de los dos. Estuvieron hablando sobre los detalles técnicos del cuadro y al final tuvo que preguntarla el nombre.

-Sara, Sara Cruz.

-Mi madre se llamaba así, me parece un nombre precioso.

Tras tanto años siendo Ella ahora tenía nombre, Sara. Cuando se fue llamó a Pedro, su amigo de la infancia y que ahora se había mudado por motivos de negocios. Le contó lo que había pasado, que por fin tenía nombre y que era el hombre más feliz del mundo, pero esa felicidad le duró poco...

Quizá fue que la buena suerte nunca estuvo de su lado, o quizá que él no estaba destinado al amor porque, a los dos días de que Sara estuviera en su estudio, salió en las noticias, se casaba con un importante economista norteamericano. La boda se celebraría dos días después de que ella tuviera que ir a recoger el cuadro, por lo que probablemente no la vería hasta ese momento.

Empezó por su rostro, rostro que estuvo largo rato contemplando pensando que no captaba toda su luz y que probablemente no le gustaría, pero cuando fue a recogerlo, le llenó de halagos, diciendo que la había idealizado bastante, le pagó una suma generosa de dinero y se fue, quedando solo él y sus cuadros.

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