On Parole

Bienvenidos al mundo de una cuerda loca :)

jueves, 20 de diciembre de 2012

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Balzac murió. Murió una fría noche de invierno entre grandes tormentos. Murió como había vivido los últimos años de su vida, solo, sin amigos ni familia, sin amor.
La vida de Balzac fue larga y dura, difícil. Pobre como una rata desde el día en el que nació, sólo conoció la felicidad y el amor durante unos pocos años. Décimo hijo de una familia de campesinos, su madre murió al nacer él y, por este motivo, ni su padre ni sus hermanos tuvieron nunca palabras bonitas para él. Nadie pensaba que pudiera pasar el primer invierno, pero Balzac era un luchador y lo logró.
Poco a poco fue creciendo, aunque nunca pasó del metro sesenta. Era un chico delgaducho, pero avispado que en cuanto dio sus primeros pasos no paró de corretear de un lado a otro, pero sin estorbar. Cuando comenzó a hablar tampoco paró, pero siempre usó sus palabras con sabiduría. Trabajaba en la casa durante todo el día para que su padre y sus hermanos estuvieran cómodos. No tenía hermanas y los demás le consideraban demasiado escuchimirrizado como para hacer los trabajos duros del campo; todos sabían que tras su delgadez se escondía una gran fuerza y determinación.
Cuando contaba con apenas quince años, decidió irse. Aquella no era vida para él, quería ver el mundo que había más allá de su aldea y por eso se fue una noche cálida de verano. No le dijo nada a nadie, y nadie le vio irse y para cuando su padre se despertó él ya estaba lejos.
Pasó todo el verano trabajando aquí y allí, ahorrando dinero para el invierno, el cual le pilló en una pequeña ciudad del sur en la que sólo llovía, pero en la que el tiempo era templado. Allí alquiló una pequeña habitación sucia y maloliente y comenzó a trabajar en la panadería que había abajo. Era un trabajo duro y no muy bien pagado, pero gracias a su constancia y tesón fue ahorrando para una habitación mejor.
El invierno llegaba a su fin y la mente de Balzac volaba lejos de esa ciudad cuando conoció a Martha, la hija del panadero. Era un año más pequeña que Balzac y era hermosa como ella sola, sus ojos negros hacían que todo el mundo se quedase embobado. Era alegre y traviesa y Balzac se enamoró de ella al instante. Ella fue el motivo de que decidiera quedarse en primavera en la ciudad, esperando poder cortejarla antes o después…Pero entonces hubo una mala época, una época de crisis en la que la panadería tuvo que cerrar, dejando a Balzac sin trabajo y lo que es peor, sin Martha.
Con sus ahorros y sus pocos bártulos Balzac fue tras su amada, vagando de un lado a otro haciéndose con una pequeña fortuna hasta que llegó a una pequeña aldea, dispuesto a asentarse. Habían pasado cuatro años desde que comenzó su búsqueda y había perdido todas las esperanzas. Y cuál fue su sorpresa al ver que allí, en esa pequeña aldea, estaba Martha, mucho más hermosa que la última vez.
Allí en ese pueblo habían vuelto a abrir la panadería, que daba lo justo para comer y pagar sus impuestos. Entonces Balzac se instaló allí, compró unas tierras y, poco a poco, fue sacando su vida adelante. A la edad de veinte años el sueño de Balzac se cumplió y se casó con Martha, coincidiendo con unas buenas cosechas que incrementaron sus ahorros. Pero su felicidad duró poco. A los tres años de casados una terrible epidemia de peste acabó con Martha…y con la mitad del pueblo. Este acontecimiento terminó con la vida de Balzac. Vendió su casa y sus tierras y volvió a ser un vagabundo sin amigos y sin hogar. Se volvió loco, pues pensaba que Martha seguía allí, a su lado…
MK!

domingo, 9 de diciembre de 2012

Tabaco.


Todavía puedo olerlo…esa mezcla entre tabaco, sudo y desodorante…ese aroma tan sutil, tan embriagador. Sólo fue un instante, después él se perdió entre la multitud, pero creo que yo nunca olvidaré ese aroma. Puede que miles de personas huelan así, pero a mí los demás no me importan, ojalá supiera su nombre al menos, ojalá supiera algo más que su olor.

   Cada vez que tomo una bocanada de aire fresco le huelo…Huelo su piel. Cada vez que cierro los ojos le imagino, en mi mente se pinta un cuerpo, un rostro, un alma. Le veo  ahí de pie, fumando apoyado en la pared con una pícara sonrisa en sus labios juguetones. Veo sus ojos, marrones y alegres, su nariz perfecta y sus dientes blancos alineados en su boca cual soldados de marfil. Su pelo, suave y negro ensortijado cayendo sobre su ovalada cara…Le busco un nombre y sólo Adonis sale de mis labios, un Adonis de verdad, de carne y hueso perdido en este mundo.

   Por la noche, en la cama, sueño con volver a verle, con hablar con él, saber su nombre real. Sueño con besarle y fundirme con él. Sueño con exóticos lugares que visitar de su mano, de arenas blancas y aguas cristalinas por las que pasear; puestas de sol en las que besarnos, valles en los que perdernos…
   Pero sólo tengo un aroma…

MK!