On Parole

Bienvenidos al mundo de una cuerda loca :)

jueves, 28 de febrero de 2013

Las cuatro edades

La edad de oro fue la creada en primer lugar, edad que sin autoridad y sin ley, por propia iniciativa, cultivaba la lealtad y el bien. No existían el castigo ni el temor, no se fijaban, grabadas en bronce, palabras amenazadoras, ni las muchedumbres suplicantes escrutaban temblando el rostro de sus jueces, sino que sin autoridades vivían seguros. Ningún pino, cortado para visitar un mundo extranjero, había descendido aún de sus montañas a las límpidas aguas, y no conocían los mortales otras playas que las suyas. Todavía no estaban las ciudades ceñidas por fosos escarpados; no había trompetas rectas ni trompas curvas de bronce, ni cascos, ni espadas; sin necesidad de soldados los pueblos pasaban la vida tranquilos y en medio de suave calma.
También la misma tierra, a quien nada se exigía, sin que la tocase el azadón ni la despedazase reja alguna, por sí misma lo daba todo; y los hombres, contentos con alimentos producidos sin que nadie los exigiera, cogían los frutos del madroño, las fresas de las montañas, las cerezas del cornejo, las moras que se apiñan en los duros zarzales y las bellotas que habían caído del copudo árbol de Júpiter (la encina) Había una primavera eterna, y apacibles céfiros de tibia brisa acariciaban flores nacidas sin simiente. Pero además la tierra, sin labrar, producía cereales, y en el campo, sin que se le hubiera dejado en barbecho, emblanquecían de espigas cuajadas de grano. Corrían también ríos de lecho, ríos de néctar, y rubias miles goteaban de la encina verdeante.
Una vez que, después de haber sido Saturno precipitado al Tártaro tenebroso, el mundo estuvo sometido a Júpiter, llegó la generación de plata, peor que el oro, pero más valiosa que el rubicundo bronce. Júpiter empequeñeció la duración de la primavera antigua, haciendo que el año transcurriese, dividido en cuatro tramos, a través de inviernos, veranos, otoños inseguros y fugaces primaveras. Entonces por vez primera el aire, encendido por tórridos calores, se puso candente, y quedó colgante el hielo producido por los vientos. Entonces por vez primera penetraron los hombres bajo techado; sus casas fueron las cuevas, los espesos matorrales y las ramas entrelazadas con corteza de troncos. Entonces por vez primera fueron las semillas de Ceres enterradas en largos surcos y gimieron los novillos bajo la opresión del yugo.
Tras esta apareció en tercer lugar la generación de bronca, más cruel de carácter y más inclinada a las armas salvajes, pero no por eso criminal. La última es de duro hierro: de repente irrumpió toda clase de perversidades en una edad de más vil metal; huyeron la honradez, la verdad, la buena fe, y en su lugar vinieron los engaños, las maquinaciones, las asechanzas, la violencia y la criminal pasión de poseer. Desplegaban las velas a los vientos, sin que el navegante los conociese aún apenas, y los maderos que por largo tiempo se habían erguido en las altas montañas saltaron las olas desconocidas, y el precavido agrimensor señaló con largas líneas las divisiones de una tierra que antes era común como los rayos del sol y como los aires. Y no sólo se exigían a la tierra opulenta cosechas y alimentos que ella debía dar, sino que se penetró en las entrañas de la tierra y se excavaron los tesoros, estímulo de la depravación, que ella había escondido llevándolos junto a las sombras de la Estigie. Y ya había aparecido el hierro dañino y el oro más dañino que el hierro; apareció la guerra, que combate valiéndose de ambos y con mano sangrienta blande las armas que tintinean. Se vive de la rapiña; ni un huésped puede tener seguridad de su huésped, ni un suegro de su yerno; incluso entre hermanos es rara la avenencia. El marido maquina la ruina de su esposa, y ésta la de su esposo. Madrastras horribles preparan los lívidos venenos del acónito; el hijo averigua antes de tiempo la edad de su padre. La piedad yace derrotada, y la Virgen Astrea (la diosa de la justicia) ha abandonado, la última de las divinidades en hacerlo, esta tierra empapada de sangre.


Este texto pertenece a Las Metamorfosis de Ovidio.

domingo, 10 de febrero de 2013

Rojo y Negro.

Tal vez recibas un sueldo de veinte mil francos, pero será preciso que obliguen a enmudecer al pobre prisionero y le mates de hambre, mientras tú te hartas de majares finos y delicados. Darás festines con dinero robado al pobre, cuya mísera pitanza cercenarás, y con tus alegrías los harás doblemente desgraciados...

miércoles, 6 de febrero de 2013

Mariposas en el estómago

Cada beso, cada caricia, cada sonrisa. Cada mirada, cada abrazo, cada "te quiero", "te amo"...
Cada palabra dicha desde el corazón que sube hasta la mente, que pronuncian los labios, cada suspiro cuando estás lejos.
Son tus ojos, tu sonrisa, tus manos lo que me hacen respirar.
Eres tú, por entero, quien me hace feliz, puede parecer estúpido, pero si nunca lo has sentido, no puedes saber lo que es, no puedes saber lo que sientes.
Si nunca has amado no sabes cómo es ese cosquilleo que recorre tu espalda cuando vas a ver esos ojos; cosquilleo cuando sabes que vas a juntar tus labios con los suyos; cosquilleo por las tardes sin hacer nada, simplemente tirados en la cama.
Si nunca has amado, nunca sabrás lo que siente.
Por suerte, o por desgracia, ahora mismo una manada de mariposas viven en mi estómago.
MK!