On Parole

Bienvenidos al mundo de una cuerda loca :)

viernes, 1 de enero de 2016

Casualidades de la vida


CASUALIDADES DE LA VIDA

La luna brillaba en el cielo. De un callejón oscuro salían risas ahogadas y gemidos apagados; una farola iluminaba pobremente el callejón, por lo que no se podían distinguir los rasgos de las personas que estaban en aquel lugar.
Al cabo de un rato se dejaron de oír las voces y las dos personas salieron del callejón y comenzaron a andar por las calles desiertas amparados por las sombras. La niebla envolvía  toda la ciudad y humedecía el pelo y el rostro de las dos personas, que parecían ajenas a todo aquello, hablando en susurros y parando de vez en cuando para enredarse uno en los brazos del otro.
Poco antes de que comenzase a amanecer, llegaron ante un portal de aspecto roñoso. La chica rebuscó algo en su bolso, para después sacar las llaves que abrían la puerta. Los dos entraron en el interior de edificio, en el que hacía demasiado calor, por lo que enseguida las mejillas de la chica enrojecieron. Él la tomó por la cintura y la besó apasionadamente, ella dejó caer el bolso y entrelazó los brazos tras su cuello. Cuando el beso terminó, ella recogió el bolso y, tomándolo de la mano, subieron las escaleras hasta el primer piso.
La casa de la chica no era demasiado grande, pero tampoco estaba demasiado bien cuidada. Ella pulsó un interruptor y una solitaria bombilla iluminó un pequeño pasillo abarrotado de cosas.
Los dos fueron hacia la habitación, y cuando él cerró la puerta, ella comenzó a desvestirse. Al girarse y verla sin ropa, los ojos del chico comenzaron a brillar y se abalanzó sobre ella, rondando juntos por la cama.

Cuando el chico salió del piso, el sol ya estaba alto, pero ella no salió a despedirlo, sino que se quedó en la cama, envuelta entre las sábanas, desnuda y con la mirada perdida. Fue el sonido del timbre lo que le sacó de sus pensamientos. Ella se puso en pie, tomó una bata que había a los pies de la cama y fue a abrir. Ante ella se encontraba un chico con el gesto serio y los ojos clavados en sus pies. Al verlo, suspiró.
—Oye, no sé quién te ha dado mi dirección, pero no puedes presentarte aquí sin más…—comenzó a decir ella arrastrando las palabras. El chico frunció el ceño y le tendió algo negro —¿Qué es esto?
—Pues parece tu cartera — respondió él secamente. Al tomarlo entre sus manos pudo ver que sí que era su cartera, por lo que se apresuró a abrirla y ver si estaba todo. Por suerte, no le habían quitado ninguna tarjeta…ni el dinero.

—¿Esta todo? — Preguntó el chico. Ella asintió — Me alegro. Pero para otra vez ten más cuidado con tus cosas, no todos se tomarían la molestia de venir hasta aquí a devolvértela — dijo él a modo de despedida. Ya se había girado, dispuesto a bajar las escaleras, cuando ella lo detuvo.
—Perdona, ¿dónde la has encontrado?
—¿Mmm? En el Wanted, trabajo allí —respondió él.
—¡Oh! Muchas gracias por haberla traído, la próxima vez tendré más cuidado — después de esta breve charla, él bajó las escaleras y ella regresó al interior de su apartamento.
La chica dejó la cartera sobre una mesita y fue a darse una ducha. Le dolía la cabeza y estaba cansada, pero no podía dormir, por lo que después de la ducha se preparó una taza de café y encendió un cigarrillo. Mientras fumaba, comenzó a pensar en el chico que le había llevado la cartera. No se parecía en nada a las personas que solían trabajar en el Wanted por la noche, no es que no fuese atractivo, pero había algo en su expresión que no terminaba de encajar con aquel ambiente, por lo que debía trabajar en los turnos de mañana.

Dos días después, el sonido del timbre volvió a sacarla de su ensoñación, aunque esta vez sí esperaba a la persona que estaba al otro lado de la puerta.
—Vamos, pasa — dijo ella mientras miraba preocupada a su alrededor. El hombre entró y fue hasta el salón, en donde se quedó de pie.
—¿Tienes mi dinero? —Preguntó él. Ella asintió  y se dirigió a un pequeño mueble que había bajo la tele, sacó un fajo de billetes y se lo tendió al hombre, que lo contó para ver si estaba todo. Después de comprobarlo, sacó un paquete de polvo blanco de un bolsillo interno de su chaqueta y lo tiró sobre la mesa. Después de que el hombre se fuese, ella cogió el paquete y lo metió en el mismo lugar del que había sacado el dinero.
Después de guardar la droga, se dejó caer sobre el sofá y cerró los ojos. Estaba cansada de aquella vida que ella misma había elegido, pero no se sentía con fuerzas como para intentar cambiarla.
Aquel piso a veces se le quedaba pequeño y se sentía prisionera en su propia casa, a la que no podía llamar hogar, por lo que al final decidió salir a dar un paseo, el aire fresco le haría pensar de otra manera.
A pesar de estar a mediados de diciembre, la temperatura era cálida y el sol brillaba con fuerza, por lo que pasear por la ciudad era algo agradable. Cuando quiso darse cuenta de lo que estaba haciendo, se encontró en la puerta del Wanted, en donde se decidió a entrar.
Por las mañanas aquel lugar era una cafetería de bastante renombre que servía unos exquisitos cafés, mientras que por la noche se convertía en al discoteca de moda de toda la ciudad.
La chica fue a sentarse en una mensa alejada de la puerta y comenzó a leer la carta hasta que una voz le hizo apartar el café de sus pensamientos.
—Buenos días, ¿qué desea? — Ella alzó la vista y se encontró de frente con el chico que días atrás le había llevado la cartera, aunque él no pareció reconocerla.
—Un café solo, por favor. Con sacarina — pidió ella. Mientras él iba por la bebida, ella sacó un billete y garabateó algo con un boli. Cuando el chico le llevó el café, ella pagó y salió de la cafetería.

Durante una semana ella esperó una llamada que nunca llegó. Al principio no supo cómo reaccionar, nunca ningún chico había ignorado sus provocaciones, por lo que al final tomó la decisión de volver y hablar con él.
Caminó con paso firme y seguro hasta el Wanted en donde, por suerte, el chico estaba trabajando. Antes de entrar sacó un espejo del su bolso y se retocó el maquillaje, luego tomó aire y entró, aquello no era tan difícil, había hablado con chicos millones de veces.
—¿Otra vez tú? — Preguntó él cuando la vio como si hubiese estado viendo a la chica todos los días. Ella abrió mucho los ojos y fue a responder, pero entonces alguien le llamó y él se tuvo que ir. —Ahora te atienden — dijo.
—No, quiero hablar contigo — respondió ella antes de que él no pudiese oírla. El chico hizo una mueca y se encogió de hombros.
—Pues entonces espera aquí — le dijo. Ella esperó durante más de diez minutos a qué el regresase —¿Qué es lo que quieres?
—¿Se puede saber por qué no me has llamado? — Preguntó indignada. Él parpadeó confuso.
—¿Y cómo iba a hacerlo?
—Mirando el billete en el que te apunté mi número…—respondió ella como si fuera lo más obvio.
—Ah, ¿hiciste eso? Pues no me di cuenta — respondió él encogiéndose de hombros. Ella se golpeó la frente con la palma de la mano, pero enseguida recuperó la compostura.
—Bueno, iré directa al grano, ¿te apetece quedar conmigo?
—Vaya, no sé cómo responder a eso — dijo él con cierto interés.
—Pues muy fácil, o sí o no. —El chico pareció dudar un poco, pero al final encontró la respuesta.
—Vale, salgo a las ocho — dijo.
—Perfecto. A las ocho te espero en la puerta. Por cierto, me llamo Alice — dijo ella tendiéndole una mano.
—Lo sé. Yo soy Marcus.
Después de las presentaciones, ella salió de la cafetería y, mientras espera a que un semáforo se pusiese en verde, se dio cuenta de que su corazón latía demasiado deprisa.

A las ocho en punto, después de rechazar varias citas, estaba en la puerta del Wanted, y a las ocho y cinco Marcus salía vestido con unos vaqueros y una cazadora de cuero. Alice lo miró de arriba abajo pensando que aquella ropa le sentaba mucho mejor que el uniforme.
—¿Y a dónde quieres ir? — preguntó él. Ella se encogió de hombros y entrecerró los ojos, después comenzó a caminar sin rumbo fijo.
Las calles estaban llenas, no solo porque fuera sábado, sino porque la temperatura y la cercanía de las Navidades invitaban a pasear. Caminando al lado de Marcus, Alice fue capaz de sentirse normal por primera vez en mucho tiempo.
En aquel paseo Alice logró averiguar que Marcus tenía diecinueve años y que vivía con su padre y su abuelo. También se enteró de que además de su trabajo en el Wanted daba clases de artes marciales en un gimnasio durante la semana.
El problema vino cuando él quiso saber cosas sobre ella.
—Yo…vivo sola. No me llevo demasiado bien con mi familia y me gano la vida haciendo un poco de todo, ya sabes — respondió ella quitándole importancia — Oye, ¿qué te parece si vamos a cenar?
Él aceptó sin darse cuenta de los intentos de la chica por cambiar de tema y fueron a buscar un restaurante, pero todos estaban llenos, por lo que al final decidieron pedirlo para llevar, y los dos se sentaron en medio de la calle.
Cuando acabaron de cenar Marcus insistió en acompañarla a casa, y antes de despedirse ella le pidió el teléfono.

Cuando Marcus llegó a su casa, su padre y su abuelo ya habían cenado y lo estaban esperando sentados en el sofá y hablando en voz baja. Al oír la puerta abrirse su padre se puso en pie y lo llamó.
—Marcus, ¿se puede saber  dónde has estado? — Preguntó él con voz seria. Marcus normalmente seguía la mima rutina, y si había cambios en sus planes no dudaba en avisar a su familia.
—¿Eh? ¡Ah! Lo siento, después del trabajo he quedado con una amiga y se me ha olvidado avisar, después hemos ido a cenar y se me ha hecho tarde — dijo él dirigiéndose al baño. Su padre iba a decir algo, pero el chico no le dio tiempo a abrir la boca.
Cuando salió de la ducha su teléfono estaba brillando, al mirar las notificaciones vio que tenía un mensaje de Alice: Muchas gracias por lo de hoy. Espero que nos volvamos a ver J

Unos meses después…

Alice estaba sola en su casa, desnuda en la bañera y agarrándose las rodillas. Su largo pelo rubio caía por su cuerpo y las lágrimas rodaban por sus mejillas cuando la puerta del baño se abrió violentamente.
—Alice, ¿Qué ha pasado? — Preguntó él  mientras se sentaba en el borde de la bañera y apagaba el agua, que había comenzado a salir fría. Alice no respondió. Él le tendió los brazos y le ayudó a salir de la bañera envolviéndola en una toalla. Después fueron al salón y ella se acurrucó junto a él, que no dejaba de acariciarle el pelo. —¿Vas a contarme lo que ha pasado? — Preguntó él cuando la chica pareció calmarse.
—No te he contado toda la verdad sobre mí — dijo al fin ella con un hilo de voz. Después de esta sentenciosa frase, la chica comenzó a contarle a Marcus todo lo que le había estado ocultando durante aquellos meses. Le habló de las drogas, de las noches de borrachera en las que acababa en casa de algún desconocido, también le habló de la violencia y de todas las veces en las que se había visto obligada a hacer cosas desagradables para poder pagar sus deudas. Mientras hablaba, Marcus se iba poniendo más y más tenso, en  cambio ella se volvía más y más pequeña acurrucada en el sofá.
—Durante estos meses lo he intentado dejar muchas veces, pero no ha sido hasta hoy que me he atrevido a hablar con Harold, mi jefe…y al hacerlo se ha puesto violento y me ha golpeado — dijo ella en un susurro llevándose la mano a la mejilla, en donde estaba empezando a salirle un horrible moraton. — Lo siento, Marcus, no sé cómo salir de esto y tú no te mereces tener que aguantarlo.
Marcus se puso en pie y comenzó a pasear por el salón tratando de poner orden en aquel caos. Al cabo de un rato él habló, y en su tono pudo ver que estaba realmente ofendido.
—¿Por qué no me lo has contado antes?
—Al principio no pensé que esto fuese a durar tanto y no creí necesario contártelo, pero según avanzábamos…tuve miedo de que si te contaba toda la verdad me abandonases, y no podía permitirlo. Tú eres la primera persona que no me ha utilizado y que me ha tratado bien. Lo siento — dijo ella avergonzada. Marcus frunció el ceño y se detuvo en medio del salón con las piernas abiertas y los brazos en jarras.
—Si lo que quieres es cambiar de vida, lo primero que tienes que hacer es salir de aquí — dijo señalando a su alrededor. Ella, confusa, asintió. —Si no tienes donde quedarte, pues venir a mi casa hasta que encontremos una solución.

Aunque al principio el plan de Marcus no le convencía demasiado, al final ella se dejó convencer e hizo las maletas dispuesta a dejar atrás toda aquella vida. Antes de cerrar la puerta miró al interior del pequeño apartamento por última vez y sonrió pensando que no tendría que volver a ver aquel papel pintado tan horrible nunca más.

MK!!

Feliz Año Nuevo a todos ^^ 

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