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domingo, 10 de abril de 2016

EL MONJE JOROBADO

El monje jorobado
Junto a un bravío mar había una pequeña capilla, ahora casi en ruinas. Antaño, en la capilla se adoraba a un santo que había ayudado al pueblo en momento de necesidad y, en cambio, ahora solo se realizaban misas negras en honor del monje jorobado, un hombre ahora reconocido como el demonio.
Durante la guerra civil española un hombre buscó huir de su destino, dando con sus huesos en aquella capilla, en la que fingió convertirse al cristianismo.
Al lado de la capilla había un pequeño monasterio, en donde entró este hombre, y su actuación fue tan convincente que incluso llegó a convertirse en abad, a pesar de que no era demasiado querido por sus hermanos.
Muy pronto en torno al desconocido se fraguó una leyenda, una leyenda oscura, de muerte y desapariciones, de brujería y de ataques de locura. Estas leyendas cuentan que el monje, convertido en abad, solía solicitar la ayuda de los habitantes del pueblo para realizar pequeñas tareas, pero que muy pocos eran los que regresaban sanos y salvos a sus casas.
Estos pobres hombres, pescadores en su mayoría, acudían a la capilla pronto por la mañana y, cuando al anochecer sus mujeres les esperaban, nunca regresaban. Si había suerte, de ellos se encontraban un jirón de su chaqueta, un zapato o una gorra, pero nunca ningún cuerpo, ninguna pista que les dijese qué había pasado con esos hombres.
Las leyendas contaban que el monje jorobado salía tras los hombres cuando estos debían regresar a sus casas y que, con sus amigas las brujas, los secuestraban. Tras esto, el monje y las brujas iban a una de las muchas cuevas que había por los acantilados y allí realizaban sus ritos de magia negra, aquelarres en los que invocaban al macho cabrío.
El pobre pescador elegido, observaba estos ritos en un altar de piedra, esperando que llegase su hora, pero su agonía se prolongaba durante horas y horas, porque al monje y a sus seguidoras les divertía escuchar las súplicas de los pobres hombres atormentados.

Pero, a pesar de todo, el monje jorobado era un hombre como todos los demás, y un día le llegó su hora, aunque nadie pareció sentir pena por él. El día en el que hubo que enterrar su cuerpo maltrecho, lo hicieron en el cementerio del monasterio, pero un poco más alejado del resto de tumbas, como si pensasen que no merecía ser enterrado como correspondía a un hombre de su cargo.
Al principio el monje jorobado descansó tranquilo, pero una noche se levantó. Los monjes, que estaban cenando, vieron como la lluvia comenzaba a caer delicadamente al principio, en gran tromba después. Entre la espesa cortina de agua, la tumba del monje jorobado brillaba, un relámpago hizo que el tiempo se parase durante unos segundos y cuando todo siguió su curso, un espectro blanco se levantó de la tierra mojada y comenzó a caminar hacia el acantilado con el que limitaba el cementerio. Una vez al borde del precipicio, miró hacia atrás, hacia donde estaban sus hermanos, los miró durante unos segundos que parecieron eternos y después se dejó caer.
Desde aquel día, todas las noches el monje comenzó a levantarse de su tumba y se arrojaba al vacío.

Poco a poco todos los monjes fueron muriendo, y el jorobado comenzó a vagabundear por el pueblo, tratando de purgar todos los pecados cometidos, sin poder ir al cielo y sin poder descender a los infiernos, condenado a esperar el fin de los días en soledad.

MK!!


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